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Lo subversivo de la pobreza1
Entrevista a Carlos Zolla
El antropólogo Carlos Zolla, coordinador de Investigación del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad de la UNAM, dice que recordar hoy a Oscar Lewis, a 50 años de la publicación de Los hijos de Sánchez, permite un análisis de su concepto de la cultura de la pobreza sin el apasionamiento de aquel momento que llevó a considerar al libro como obsceno y denigrante.

Evoca una de las críticas “más acertadas”, la del también antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, quien en 1965 escribe en América Latina, en Río de Janeiro, Brasil, y luego en el periódico El Día, el texto ¿El estudio de la pobreza es ciencia subversiva?

Para Bonfil, refiere Zolla, Lewis no era ningún improvisado ni en la antropología ni en el tema de la pobreza, pues ya tenía tiempo trabajando en Tepoztlán y en cómo los migrantes se insertaban en la ciudad, a través de ese concepto de antropología de la vecindad. Hay que recordar además que Lewis siguió estudiando el tema y publicó el libro Una muerte en la familia Sánchez en 1969.

Detalla que Bonfil le concedió en su artículo una extensión mayor al análisis de la obra, sin pasar por alto las enconadas reacciones que llevaron a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística a levantar una denuncia penal contra Lewis por considerar su libro sobre la familia Sánchez como una afrenta. Lo que no dice Bonfil, agrega el especialista, es que detrás estaba también el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz.

A decir de Zolla, una de las aportaciones de Lewis no es sólo que utilizó otros enfoques, como el psicoanálisis o la sociodemografía, sino que abrió la antropología a un nuevo campo al interesarse en los campesinos e indígenas que llegaban a la Ciudad de México y se incorporaban a ese proceso llamado “alemanisco”, “desarrollo estabilizador” o “milagro mexicano”.

Explica que la antropología se ocupó generalmente del estudio de las comunidades, las regiones interculturales o los pueblos indígenas, y la sociología de las ciudades. Con Lewis hay una antropología urbana, “una antropología en donde la pobreza, hoy agregaríamos la desigualdad, siguen siendo temas capitales en México, en América Latina, en África, en gran parte del mundo”.

En opinión suya  no debe verse a Los hijos de  Sánchez como “una isla

que se agota en sí misma”, sino como un proceso. Pone como ejemplo que en el programa que coordina se están haciendo estudios sobre las aportaciones monetarias de las remesas de los migrantes indígenas, y no es que Lewis hablara de este punto específico, sino que su reflexión sobre la migración desde Tepoztlán arrojó luz sobre temáticas que estaban olvidadas, oscuras, o que eran incómodas.

Lewis definió en un congreso, recuerda, que hablar de cultura de la pobreza no era de la situación de pobreza, sino de “una construcción social, incluso una construcción imaginaria que rige o pauta en gran medida la vida de los pobres, pero también de los que miran o actúan sobre los pobres”.

Zolla pone como ejemplo la visión “congelada” que durante mucho tiempo tuvo el Estado mexicano sobre los pueblos indígenas:

“Son monolingües, son rurales, son tradicionales, están aislados y son tan pobres que no le pueden aportar nada a la riqueza nacional. Esa imagen se ha desmoronado por la fuerza de los hechos y también por una gran literatura que ha habido en ese sentido”.

Es probable, dice, que el Fondo de Cultura Económica (FCE) no buscara destacar el centenario de Lewis por el recuerdo del episodio que le costó el puesto a su entonces director Arnaldo Orfila, por haber publicado Los hijos de Sánchez. Pero lo importante para él es recordar al antropólogo estadounidense por su trayectoria y no sólo por su visión focal de la familia Sánchez.

Se propuso revisar Tepoztlán años después del estudio pionero de Robert Redfield para hacer una comparación histórica. Y luego saber qué hacen los tepoztecos transterrados a la Ciudad de México, aunque no se tratara de la misma familia.

–¿Es la antropología una ciencia subversiva?

–Bueno, Bonfil lo que decía es que la antropología no era la subversiva, sino el tema, y más que el tema en tanto categoría intelectual, es la realidad: Lo que es subversivo es la pobreza, es subversiva la desigualdad. Y, claro, llamar la atención sobre eso convierte en buena medida en subversiva a la antropología o a la ciencia social que se esté ocupando del asunto.

Literatura etnográfica

Bonfil remataba en su texto señalando que el científico social debe adentrarse en los aspectos negativos de la sociedad y sacarlos a la luz. Consideró válido criticar la obra científica, “pero por ninguna razón admitamos el funesto precedente de considerar subversiva la publicación de realidades que nos duelen, nos molestan y nos enfrentan a nuestros problemas. Esa actividad sólo podría tildarse de subversiva cuando el país entero renuncie a un futuro mejor y se niegue a sí mismo la posibilidad de progresar, o cuando por encima de su voluntad se intente imponer el silencio y la mordaza”.
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Carlos Zolla recuerda que uno de los trabajos de Bonfil, Diagnóstico sobre el hambre en Sudzal, Yucatán, referido al tema de la desnutrición, es pertinente para la antropología aunque sea incómodo. Así lo fue, en analogía, el expuesto por Lewis, que abordaba la violencia o la sexualidad de manera abierta, “esa es la lección”.

Se le pregunta por qué el libro sigue siendo de interés, si tiene que ver el escándalo que causó en su momento. Considera que el centenario de Lewis o el cincuentenario del libro ayudan a volver la vista a lo que pasó y reflexionar. La mirada retrospectiva ayuda a desempolvar conceptos. Algunos leerán el libro “hasta por interés perverso”.

Recuerda de nuevo a Bonfil, pues él menciona que antes de Los hijos de Sánchez estaba el estudio pionero de Miguel Othón de Mendizábal sobre los pepenadotes. Ricardo Pozas Arciniega publicó también antes, en 1948, su libro Juan Pérez Jolote, biografía de un tzotzil.

–¿Consideraría la novela Los albañiles (publicado en 1964), de Vicente Leñero, en esta bibliografía?

–No le voy a contestar que yo, sino el propio Leñero, en un artículo que escribe sobre Emmanuel Carballo.

Entrega a esta reportera un ejemplar del número 129 de la Revista de la Universidad de México donde el escritor recientemente fallecido publicó en su columna Lo que sea de cada quien el texto La agria muerte de Emmanuel Carballo, en el cual explica cómo, pese a la recomendación de Ramón Xirau, el FCE rechazó su libro tras un dictamen negativo del crítico literario. La obra obtuvo en 1962 el Premio Biblioteca Breve de Novela de la editora Seix Barral, primer galardón internacional para un escritor mexicano.

“Entonces yo creo que sí, que Leñero estaba en ese clima intelectual. No quiero decir que fue influido por Lewis, no, no, no, sino que fue un momento de la producción intelectual mexicana”.

Momento parecido, establece, al que se vive en la actualidad, cuando para ciertos temas, como el del narcotráfico, “la literatura dice ‘yo también’, y la psicología y el psicoanálisis quieren opinar”. Así ve la producción narrativa de Elmer Mendoza, también, aunque confiesa que ha sabido de ella por crónicas y no directamente.

–¿Lewis hablaría ahora de una antropología de la violencia?

–De la violencia, de la migración…, hay lamentablemente muchos candidatos para ser estudiados. No tenemos todavía un buen trabajo antropológico sobre La Bestia, ¿no?

(La Bestia, el  tren  así llamado que  cruza el territorio  nacional,  fue  impedido hace
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dos meses de ser abordado por los migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos, que a su paso cerca de Córdoba, Veracruz, eran alimentados por el grupo de mujeres denominadas Las Patronas, cuya historia ha sido retratada en el largometraje mexicano Llévate mis amores, premiado recientemente en el Festival de Los Cabos e invitado al Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam en noviembre pasado, y por estrenar en México.)

Zolla menciona que está leyendo de nuevo, pues lo hace cada tres o cuatro años, África ambigua, de Georges Balandier, que como Tristes trópicos, de Claude Lévi-Strauss, son estudios antropológicos que rozan la literatura, para destacar que hay literatura atenta a fenómenos antropológicos, obras que son “grandes etnografías”.

Ahí está también Grande Sertão: Veredas, del brasileño João Guimarães Rosa, añade al preguntar si acaso no puede mirarse “con ojos etnográficos o antropológicos”. Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

A Lewis, dice, le tocó vivir un momento muy distinto del que se vive actualmente. Comenzando porque demográficamente la Ciudad de México era mucho más pequeña:

“México era fascinante porque se hablaba del ‘milagro mexicano’, del ‘desarrollo estabilizador’. Y por otro lado este loco diciendo: ‘Miren, estos son representantes de la cultura de la pobreza’. ‘¿Cómo? ¿Cultura de la pobreza? ¡Aquí hay un Estado transitorio de escasez, pero no cultura de la pobreza!’”.

Concluye que igual se podría ir hasta novelas como El Quijote, de Miguel de Cervantes, o Gargantúa y Pantagruel, de François Rabelais, pues “gran parte de la producción novelística es etnográfica”.

“Y vamos a terminar hablando de Dostoievski”.



1 Entrevista realizada al Mtro. Carlos Zolla por Judith Amador Tello en las instalaciones del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculuralidad (PUIC) de la UNAM y publicada en Proceso, 1992, 4 de enero de 2015, pp. 66 y 67.




Para citar este artículo:

Amador Tello, Judith (2015, 4 de enero). Lo subversivo de la pobreza [versión electrónica]. Proceso (1992). Recuperado el [fecha de consulta] de http://www.nacionmulticultural.unam.mx/portal/cultura_politica/carlos_zolla_20150104.html
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